Por qué prefiero tirar cosas buenas en lugar de donarlas: la razón podría sorprenderte

Tiro cosas en perfecto estado a la basura en vez de dárselas a quien las necesita 😌😏 ¿Suena desalmado? 🤔😒 La razón no es la que piensas 🤔🙊 Hablemos de ello en el artículo de abajo 👇.

Hace dos años decidí vender un vestido que mi hija se puso una sola vez para una fiesta del colegio. Luego creció bruscamente y el vestido se le quedó pequeño. El precio era simbólico.

Llamó una mujer, dijo que vendría pronto. Espérela. Esperé en casa durante seis horas. Por fin, sonó el timbre.

Entraron una mujer, una niña y su abuela.

– ¿Puedo probármelo?

– Sí, claro.

Mientras la niña se probaba el vestido y la madre miraba, la abuela preguntó si podía ir al baño. Le indiqué dónde estaba el baño. No podía negarme, ¿verdad?

Recuerdo que cuando enseñamos el piso en venta, todos los demás compradores tenían que ir al baño.

Oí a mi abuela ir a la cocina después de haber ido al baño. Creo que me darán el dinero, se despedirán y se irán. Pero no se van. La abuela empieza a abrir los armarios de la cocina. Tiene 55 años, su hija 30 y la niña 10.

– ¿Quieres un poco? – pregunto.

Mamá me da la cuenta, quiero cerrar la puerta. Pero entonces la abuela empieza a mirar todo lo que hay en el pasillo. «¿Qué es esta estatua? ¿Y qué es esa alfombra? ¿Y los libros? ¿Puedo verlos?»

Digo que tengo prisa.

Y se van.

Este incidente fue la gota que colmó el vaso, después de lo cual decidí no vender ni regalar nada más.

Antes hubo un caso con una familia de bajos ingresos que aceptaba cosas, pero luego con una sonrisa sarcástica me decía que las cosas son baratas y que sus vecinos les regalan Lacoste.

También lo recuerdo: la mujer cogió el vestido como donación, pensó que yo ya había cerrado la puerta, se queda junto al ascensor, llama a su marido y le dice que mientras haya tontos redondos, ella estará guapa. Que compren y gasten el dinero y ella se lo pondrá.

Estos casos me han alejado de la filantropía.

En los años noventa y principios de los noventa, mi hermana y yo nos poníamos al día con las cosas de mis primos, de los vecinos más acomodados, de los amigos ricos de mi hermano. Lo lavábamos, lo planchábamos, nos lo poníamos y lo disfrutábamos.

Ahora tengo una norma: comprar sólo lo que se vaya a llevar. En pequeñas cantidades. Todas las cosas deben caber en dos o tres bolsas. Si hay más, significa que entre ellas hay cosas sin amor e incómodas. Dinero malgastado.

Las cosas a las que no llega la mano, van a los trapos. Se limpian, se lavan y se tiran sin lavar ni secar. Conveniente.

Muchas veces he oído a mis amigos: «Sólo me pongo el 10% de lo que tengo en el armario». «Tengo que tardar un día, lavarlo todo, plancharlo, hacer fotos y ponerlo en rebajas». «En dos años, sólo dos ventas, mucha gente me pide que done cosas, aún no se vende».

No necesito bailar con cosas así. Es una pérdida de tiempo.

Estoy aprendiendo de los japoneses a hacer con poco.

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