👑 ¿Qué secretos esconden los linajes reales? Gobernaban imperios, llevaban coronas y vivían en palacios… pero tras el esplendor se escondían generaciones de sufrimiento. ¿Por qué tantas familias reales sufrieron enfermedades extrañas, apariencias inusuales y destinos trágicos? 🕯️💔 Desde la «mandíbula de los Habsburgo» hasta el retorcido legado de un joven faraón, descubra el inquietante coste de mantener el poder en la familia… La historia completa le espera en el siguiente artículo.👇
En el mundo actual, los matrimonios entre parientes se consideran inaceptables. La mayoría de los países tienen leyes que penalizan el incesto, y este tipo de relaciones también son condenadas por las normas morales de la sociedad.
¿Recuerdas la divertida canción «All Kings Can Do»? Dice que hay una cosa que ni siquiera los reyes pueden hacer: casarse por amor. Hoy en día, a menudo vemos a príncipes y princesas que eligen casarse con las personas a las que aman de verdad, aunque no sean de familias nobles. Pero en el pasado, los matrimonios reales se concertaban sobre todo por razones políticas. Los sentimientos no importaban: muchos futuros gobernantes se prometían desde bebés. Incluso una gran diferencia de edad no se consideraba un problema. Y si uno de los futuros cónyuges fallecía antes de poder casarse, se elegía a su pariente cercano para ocupar su lugar en el matrimonio concertado.
En algunos países europeos, los reyes y reinas sólo podían casarse con alguien de su propia familia real. Debido a esta norma, con el tiempo, casi todas las familias reales de Europa se emparentaron. Un ejemplo muy conocido es el de la Reina Victoria de Inglaterra, a la que a menudo se llama la abuela de las casas reales europeas. Se casó con su primo, y muchos de sus antepasados también se habían casado dentro de la familia. Estos repetidos matrimonios estrechos provocaron la propagación de la hemofilia -un grave trastorno sanguíneo- en muchas familias reinantes. Curiosamente, las mujeres portadoras del gen no solían enfermar, pero los herederos varones sí. Un ejemplo es el zarevich Alexei, hijo del último emperador de un país, Nicolás II. Incluso una pequeña herida podía poner en peligro su vida porque su sangre no coagulaba correctamente.
Alexei con su madre, Alexandra Feodorovna
Otro ejemplo famoso es la poderosa familia Habsburgo. A lo largo de muchas generaciones, sus rasgos reales se hicieron cada vez más notables, especialmente la «mandíbula de los Habsburgo». Se trataba de una mandíbula inferior grande y pesada combinada con una mandíbula superior pequeña y una nariz larga. Este aspecto aparecía incluso en las princesas de la familia, aunque era más común entre los hombres.
La famosa «mandíbula de los Habsburgo».
La rama española de los Habsburgo terminó con el rey Carlos II. Su deformidad mandibular es claramente visible incluso en sus retratos, que solían pintarse para halagar a la realeza. Era hijo de un tío y una sobrina, y sufrió muchos problemas de salud que frenaron su desarrollo. Recibió los mismos genes defectuosos de ambos lados de su familia: era bisnieto de Juana la Loca por vía materna y paterna. Hasta los 10 años hubo que llevarle en brazos a todas partes. Tenía problemas para hablar, caminar y no pudo tener hijos en ninguno de sus dos matrimonios. No pudo gobernar correctamente y sólo vivió hasta los 38 años gracias a los constantes cuidados que recibió como miembro de la realeza.
En el antiguo Egipto y en el Imperio Inca, los matrimonios entre familiares cercanos -incluso entre hermanos y hermanas o padres e hijos- eran normales entre los gobernantes. Los emperadores incas se centraban especialmente en mantener su linaje «puro». Sus esposas tenían que ser hijas del gobernante anterior, conocidas como «hijas del sol».
La tecnología moderna ha ayudado a los científicos a reconstruir el rostro y el cuerpo de uno de los faraones más famosos de Egipto: Tutankamón. Su aspecto demuestra que tenía muchos problemas de salud. Su padre, Akenatón, era también el padre de su esposa, Ankhesenamun, y se había casado también con sus dos hermanas mayores. Más tarde, las hermanas de Tutankamón se casaron con su viuda tras su muerte.
Reconstrucción digital del aspecto de Tutankhamón.
Cuando las familias reales se casaban dentro de su propio linaje durante generaciones, los genes nocivos se transmitían una y otra vez. Como resultado, muchos niños nacían con graves problemas de salud y algunos no podían sobrevivir. Puede que fuera la forma que tenía la naturaleza de intentar frenar estos problemas hereditarios. Por ejemplo, el príncipe Guillermo de Dinamarca fue el último de su linaje. Sufría hidrocefalia -una enfermedad en la que se acumula líquido en el cerebro-, lo que hacía que su cabeza fuera mucho más grande de lo normal. Nació de primos y sólo vivió 11 años. Su madre, Anne Stuart, tuvo 17 embarazos, pero sólo cinco bebés nacieron vivos, y cuatro de ellos murieron siendo bebés.
Cuando dos personas de familias distintas se casan, la probabilidad de transmitir una enfermedad genética es mucho menor. Esto se debe a que un gen sano suele compensar a uno defectuoso. Pero cuando ambos progenitores están estrechamente emparentados y son portadores del mismo gen alterado, el riesgo de que su hijo padezca una enfermedad grave es mucho mayor.