Marina vivía en un edificio de apartamentos normal, 🏢 donde los ruidos constantes eran algo habitual. A veces eran los vecinos de arriba moviendo los muebles, otras veces eran los niños gritando en el patio. Pero un día notó algo raro: cada noche, cerca de la medianoche, se oía un golpeteo suave en la pared. Al principio, la joven pensó que se trataba de cucarachas o ratones y no le dio importancia. Pero con el tiempo, el sonido se hizo cada vez más claro.
Se repetía exactamente a la misma hora, como si alguien estuviera dando una señal a propósito. Toc, toc. Pausa. Toc.
Marina empezó a asustarse. Por su cabeza pasaban todo tipo de pensamientos: desde historias paranormales hasta ideas de que los vecinos ocultaban algo. Incluso intentó responder a los golpes, y se horrorizó: los golpes volvieron, como si alguien al otro lado la entendiera.
Una noche, cuando los golpes se volvieron especialmente insistentes, no pudo aguantar más y llamó a la empresa de mantenimiento para que enviaran a un técnico. El hombre llegó por la mañana y murmuró descontento:
— ¿Qué «fantasmas» tienen aquí? Ahora lo veremos.
Golpeó la pared, escuchó atentamente y de repente palideció.
— Chica… No son tuberías. Ni ratones. Allí… hay un vacío.
Marina observó conmocionada cómo el trabajador retiraba con cuidado un trozo de yeso. Y entonces ambos retrocedieron: dentro de la pared había una pequeña caja de cartón. Estaba cuidadosamente empotrada, como si alguien la hubiera escondido allí a propósito.
El obrero, con las manos temblorosas, sacó la caja y se la entregó a Marina. Dentro había… viejos juguetes infantiles y una fotografía de una niña de unos cinco años. En el reverso de la fotografía había escrito con letra torpe: «Perdóname, hija».
Marina se quedó paralizada. De repente, decenas de preguntas se agolparon en su cabeza: ¿de quién era esa niña? ¿Por qué estaba todo eso empotrado en la pared? ¿Quién había estado llamando?
Pero lo que más le impactó fue otra cosa. La niña de la foto se parecía sorprendentemente a ella misma de pequeña.
Marina sacó con manos temblorosas el viejo álbum familiar y se le encogió el corazón: realmente tenía una foto con el mismo vestido, en la misma pose… Solo que en la foto familiar, junto a la pequeña Marina, estaba su madre.
Esa misma semana se decidió a hablar con su madre. Al principio, esta se negaba, pero al ver la foto encontrada, se echó a llorar. Resultó que Marina tenía una hermana mayor, a la que sus padres habían perdido muchos años atrás en circunstancias trágicas. Nunca le habían hablado de su existencia, decidieron «borrar el dolor». Pero el padre no pudo soportarlo y emparedó el recuerdo de la niña en la pared del apartamento donde vivían.
Y ahora, décadas después, el secreto salió a la luz.
Marina tardó mucho en recuperarse. Pero desde ese momento nunca más volvió a oír los golpes nocturnos. Como si el alma de su hermana hubiera encontrado por fin la paz.