El taxista no hizo su trabajo y le salvó la vida

Aquella mañana se despertó antes del despertador.
La expectación nerviosa no la dejaba dormir: tenía un viaje de trabajo, una reunión importante de la que dependía su carrera.
Preparó los documentos, la maleta y revisó el billete en el teléfono. Todo estaba bajo control.

Cuando salió de casa, la ciudad apenas despertaba. La luz de la mañana se reflejaba en el asfalto mojado, el aire era fresco, y parecía que sería un día normal.
Frente al edificio ya la esperaba un taxi.

El conductor — un hombre de unos cincuenta años, con rostro cansado y ojos amables.
— ¿Al aeropuerto? — preguntó.
— Sí, por favor, tengo un vuelo a las 9:20, — dijo ella mientras se sentaba en el asiento trasero y miraba el reloj.

El coche arrancó. La radio sonaba suavemente, el locutor hablaba del tiempo, todo transcurría con normalidad.
Ella escribía mensajes a sus colegas, mirando la pantalla.
Y de pronto — un frenazo brusco.

— ¿Qué hace?! — exclamó asustada.
El taxi se detuvo en el arcén. El conductor miraba el teléfono en silencio.
— Lo siento, — dijo por fin, — pero no puedo llevarla más lejos.

Ella no entendió de inmediato.
— ¿Cómo que no puede? ¡Tengo un vuelo! ¡Debo llegar!
— No, — negó con la cabeza. — No debe subir a ese vuelo.

— ¿Está bromeando? — su voz se volvió cortante. — ¡Llego tarde!
Él giró el teléfono hacia ella. En la pantalla — una noticia:
“Vuelo 324 retrasado por accidente en la pista. Posibles heridos.”

Ella se quedó inmóvil.
— Ese… es mi vuelo, — susurró.
— Lo sé, — dijo él suavemente. — Yo también alguna vez tuve prisa. Y perdí a alguien por no escuchar a mi corazón. Lo siento, pero no puedo arriesgarme.

Ella no sabía qué decir.
Afuera llovía suavemente, las gotas resbalaban por el cristal, y cada palabra suya sonaba con una calma extraña.

— Puede pedir otro taxi, — añadió él, — pero si me permite un consejo… a veces es mejor llegar tarde que no llegar nunca.

Ella salió sin decir una palabra.
Se quedó bajo la lluvia, mirando cómo el coche se alejaba.

Más tarde, ya en una cafetería cercana, vio en las noticias:
“Vuelo 324 cancelado. Varios pasajeros hospitalizados tras un incidente durante el rodaje del avión.”

Su corazón empezó a latir más rápido.
Miró la pantalla largo rato, luego simplemente cerró los ojos y exhaló.
De repente, todo pareció extrañamente claro — a veces la salvación llega justo cuando más enfadados estamos con el destino.

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